RENUNCIAMIENTO
Llegados
a este punto, qué nos queda,
despertar
de las garras de un mal sueño
donde
soy del dolor esclavo y dueño
lanzando
a vida o muerte una moneda.
El
velo traspasar de ardiente seda
y
ante el rostro magnífico y risueño
de
Dios, sentirme frágil y pequeño
pidiendo
que su Reino me conceda.
Allí
en la habitación que le da nombre
al fuego
redentor de lo sagrado
espero
que mi sombra no se asombre
ni
se marche corriendo de mi lado
si
renuncio, por triste y por cansado
al
raro privilegio de ser hombre.
TADEO
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