miércoles, 13 de junio de 2007

EL AVARO


EL AVARO

En el camino polvoriento y frío
el paso es de fatiga y aminoro
la marcha colocando mi tesoro
allí donde mi cuerpo se hace impío.

La desquiciada sombra y el sombrío
atajo, cuando al cielo me incorporo,
es trampa del aliento, y del aforo
de dioses el sendero está vacío.

Vencido y entre tantos caminantes
la senda se me torna cuesta arriba
a causa de mi bolsa de diamantes.

Me dobla las rodillas, me derriba,
el peso de mi cruz y por instantes
suplico que haya un Dios que me reciba.

TADEO

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