viernes, 1 de junio de 2007

BERENICE


BERENICE

BERENICE DE JUDEA: Nació el año 18 de Cristo. Era hija de Agripa, rey de Siria. Casó con Mario, cuestor de las legiones romanas en Palestina, a quien asesinó. Se amancebó con su tío Herodes de Calcis, a quien también ordenó envenenar.
Vivió incestuosamente con su hermano Agripa II, último rey judío de Jerusalén, y fue amante en Judea del futuro emperador Flavio Vespasiano, Tito. Al perder el trono Agripa, Berenice pasó a Italia con su hermano y allí terminó sus días.

BERENICE

I

Crepúsculo venid, esta es mi historia.
Anciana soy, mi cuerpo degenera,
mi nombre es Berenice, quien pudiera
conservar del pasado dicha y gloria.

En mis manos el reino de Judea
recibí con la luz del nacimiento,
Agripa fue mi padre, ¡Qué portento!
rey de reyes, amado cual presea.

Princesa fui de Siria, y de mi infancia
algún recuerdo habrá que conservara:
el beso que mi madre me brindara
dejándome su amor y su fragancia.

En su regazo asimilé el destino
que el hado injusto a la mujer depara
y el fantástico harén en que gozara
del baile, de las frutas y el buen vino.

Un cuerpo escultural me dio natura,
desde muy corta edad resplandecía
y entre las odaliscas se decía:
”mujer no ha habido tan hermosa y pura”.

Pechos firmes, estrecha la cintura,
graciosa y desafiante, la cadera,
y unas piernas jugosas cual si fuera
la viva encarnación de la hermosura.

Muy temprano gocé del primer hombre.
De amor dejó mi lecho perfumado.
Se llamaba Daniel y enamorado
su cuerpo suspiraba por mi nombre.

Una tarde, descalza y sin el velo,
recién salida de un hermoso sueño,
vi aquel soldado joven y trigueño
hermoso Adonis de los pies al cielo.

Aquella misma noche nos besamos.
Amor apasionado , inconsecuente,
lo nuestro se rompió tan de repente
que en menos de un suspiro terminamos.
Aquel señor que abandoné, a mi lado
jamás me dio placer, y presumía
de ser un gran amante. ¡Tontería!
Decidí que muriera ejecutado.

Luego presté mi cuerpo a los excesos.
Hombres en aluvión conocería,
centuriones, sirvientes, clerecía,
quienes vibraban de mi amor posesos.

Agripa rey, por contentar a Roma,
en manos me dejó de un funcionario.
Mario Leandro, un hombre partidario
del sexo con mujeres de su idioma.

No es que me amara sin pasión mi esposo,
pero marchaba tanto del pretorio
que a consolarme, a nuestro dormitorio
llamé a su hermano y respondió dichoso.

Julio Alejandro, recordar me excita.
Era dulce mi tierno magistrado,
rapsoda del amor, galán casado
que no faltó jamás a nuestra cita.

Mientras tanto mi esposo en ebriedades
cada noche estrenaba prostituta,
hasta que al fin el vino y la cicuta
lo lanzaron al círculo del Hades.

Julio Alejandro agradeció la broma
que a su competidor sacó de en medio
y al sexo nos lanzamos sin remedio
hasta que el César lo condujo a Roma.

II

¡Faro del bien, escucha, te lo pido!
A hablarte voy de un hombre legendario,
un pobre nazareno, un visionario,
a quien el pueblo en Dios ha convertido.

Le llamaban Jesús,el Galileo,
aunque judío fuese por su raza,
el rico lo entendió como amenaza,
el pobre lo entendió como trofeo.

Marchaba con su grupo vagabundo
y también, a la par, nuestros espías,
pues un hombre con fama de Mesías
resultaba atractivo a todo el mundo.

Lo vi un instante en fiesta religiosa.
Jerusalén clamaba su presencia,
montaba un asno, y luego la indigencia
cantaba a su Señor, feliz, dichosa.

Alzó la vista y supe sus poderes:
ensortijado el pelo, musculoso,
miraba atenta aquel varón hermoso
seguido por un rastro de mujeres.

Ojos verdes, notábase asustado,
un lucero brotó de su figura,
abrumada quedé por la dulzura
de esos labios que quise haber besado.

Me encontré con sus ojos y un destello
el cuerpo me dejó petrificado,
me quedé sin presente y sin pasado
y suspirando recobré el resuello.

Horas después le vimos torturado.
Coincidiendo con truenos de tormenta,
su cuerpo penitente vio su lenta
procesión al morir crucificado.

Meses atrás, en mis catorce entraba,
vi sumar otro muerto a nuestra lista.
Se trataba de Juan, pobre bautista,
que predicando en el desierto estaba.

Bautismo le ofrecía al congregado
al tiempo que llamaba con su ruego
a aquel que lavaría con su fuego
la sombra del dolor y del pecado.

Tío Herodes juntó con Herodías,
entonces su cuñada, amancebado,
y el bautista que lo hubo denunciado
recluso pasó el resto de sus días.

Nuestra familia nunca fue discreta,
y esa noche cenando allí reunida,
debió escuchar durante la comida
la voz acusadora del profeta.

Convives hoy con quien no es tu marido.
Herodías, irás a los infiernos,
procura que no pasen más inviernos
sin ante Dios haberte arrepentido.

Entonces ella, de rencor cegada,
urdió en su mente, criminal venganza,
a su hija Salomé le dijo: -“danza”
sabiéndola de Herodes deseada.

Mi hermosa prima se ausentó un instante
para luego mostrarse preparada,
desnuda, recubriendo casi nada
mostró sutil su desnudez radiante.

Al ritmo de la danza se agitaba,
su vientre liso, el sexo, la cadera,
y su traje de gasa en bandolera
descubría lo poco que ocultaba.

-Salomé, dijo Herodes, lo que quieras,
todo puedes pedir, menos mi trono
-¿Todo? Dijo Herodías con un tono
que dejaba entrever malas maneras.
-Deseo la cabeza del bautista,
dijo escuchando a su progenitora.
Herodías con su alma malhechora
quitó al sabio profeta de su vista.

No pensé que el rencor quemase tanto.
Llevará la familia de por vida
en su conciencia la fatal mordida
de haber ejecutado a un hombre santo.

Dios nos guarde por siempre, Dios nos guarde
si el poder terrenal de la nobleza
más que el amor nos confirió vileza
y una existencia mísera y cobarde.

III

Anciana soy, mi nombre es Berenice.
Hoy llevo, como nieve, el pelo cano,
sólo quiero que aprendan de mi mano
pues no siempre es verdad lo que se dice.

Escuchen esta voz que desespera
en su noche final, en su calvario,
entrego convencida mi sudario
de esposa infiel, de amante, de soltera.

Aquella noche en que murió el bautista
terminé vomitando la comida
pues costaba olvidar la desprendida
cabeza de aquel hombre moralista.

Puse un sirio, lloré junto a su llama,
quedé triste, sin sueño, desvalida,
pero esa noche trastocó mi vida
la sombra que cayó sobre mi cama.

Tío Herodes de Calcis quiso amarme
aquella misma noche, obsesionado,
y quince años de amor pasé a su lado
pues hizo todo para contentarme.

Vivió conmigo un tiempo amancebado,
y aquello vino a ser feliz preludio,
a su esposa, la carta de repudiodio,
dio con tal de tenerme de su lado.

Por años consiguió vivir dichoso.
Fue su inmenso palacio mi riqueza,
pero sabrán que por naturaleza
no me saciaba sólo con mi esposo.
Supe de oro, de sedas, de diamantes
pues todo cuanto quise me ofrecía,
mas, aunque él me tomaba cada día
no pude renunciar a mis amantes.

Celoso Herodes ante aquel trasiego
de jóvenes entrando a mi aposento,
me dijo en tono enfático y violento:
-No te burles de mí, que no soy ciego.

Me amenazó de muerte, pero astuta
me adelanté a sus planes de manera
que esa noche rogué que no se fuera
y puse en su bebida la cicuta.

Por entonces, sin hombres de la mano
quise vivir de forma más discreta
e intentando cumplir con esa meta
comencé a amancebarme con mi hermano.

No existió entre nosotros un secreto.
Agripa rey, su trono es recordado.
Desde niños gozamos del pecado
así que renunciar no tuvo objeto.

Mi cuñada también sacó provecho.
Aquella relación la complacía.
Mi cuerpo le gustaba y si podía
llegaba a compartir conmigo el lecho.

En los años que estuve con mi hermano
jamás lo divorcié de mis favores.
Sólo puse en mi vida otros amores
al conocer a Flavio Vespasiano.

Hombre vital, conversación amena,
futuro emperador de los Romanos.
Al ver mi cuerpo se frotó las manos
a pesar de cumplir la cuarentena.

Mas hoy, que ya supero los sesenta,
por fin se ha controlado mi apetito,
a los hombres al lecho ya no invito
aunque conozco alguno que lo intenta.

Muere la luz, la noche ya se asoma.
Pesada es esta cruz de mi linaje.
El barco zarpa en mi postrero viaje,
voy a morir a la ciudad de Roma.

Crepúsculo venid, te estoy llamando.
Mi vida y su esplendor ya son historia,
caprichosa resulta la memoria
cuando la luz se viene marchitando.

Soy Berenice, flor de la nobleza,
mas hoy postrada estoy ante la muerte,
lo manda Dios, echada está la suerte.
¡Que pongan justo precio a mi cabeza!

TADEO

1 comentario:

Jose Manuel de Quintero Rojas dijo...

Con mis ma altos nivel de estimas y respetos, brindo mis felicitaciones a mi buen amigo, hermano Jose Tadeo por su graniosa y maravillosa obra de sus endecasilabos bien elaborados, es un maestro de la literatura clasica en su ensencia estructural, un abrazo desde mi pais NICARAGUA, la tierra de mi paisano y genio mundial poeta RUBEN DARIO, felicidades amigo y muchas bendiciones.