MAESTROS
Haciendo
por amor la guerra al miedo
cuando
el miedo era más, en mi semblante
lloroso,
di a mi mano agonizante
el
impulso de Lope y de Quevedo.
Tratando
de decir lo que no puedo
muriendo
a viva voz en el instante,
de
Lorca y de Neruda fui estudiante
para
hacer de mi verso su remedo.
De
Bécquer, de Sor Juana, de Espronceda
bebí
cuando el dolor el pecho ardiente
dejaba
en mí el impacto de la seda.
Martí,
Guillén, Lezama sonriente,
Machado,
Juan Ramón, La Avellaneda,
sus sombras fueron luces en mi mente.
TADEO
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