ESCLAVO
Qué
puede confesar quien nunca ha sido
la causa
del dolor en carne ajena
si el
látigo, al cumplir con su condena,
lo
quiere ver sumiso y desvalido.
Un
cuerpo mutilado, ensombrecido,
al
cepo fue a parar y quien ordena
el
peso del grillete y la cadena
lo
encuentra ya sin sangre y sin sentido.
Ha
muerto, o simplemente está dormido
los sueños
esparciendo por la arena
y un
perro blasfemando en su ladrido,
completa
lo macabro de la escena,
la
piel despedazando y el vestido
de
un alma que se va de tanto buena.
TADEO
2 comentarios:
Hermoso soneto. Mucha luz en tus palabras.
un saludo
antonio
Gracias, Antonio por dejar tu huella en mis versos. Me alegra mucho que este soneto difícil te haya gustado. Un abrazo.
Tadeo
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