sábado, 2 de febrero de 2013

ESCLAVO


ESCLAVO
 
Qué puede confesar quien nunca ha sido
la causa del dolor en carne ajena
si el látigo, al cumplir con su condena,
lo quiere ver sumiso y desvalido.
 
Un cuerpo mutilado, ensombrecido,
al cepo fue a parar y quien ordena
el peso del grillete y la cadena
lo encuentra ya sin sangre y sin sentido.
 
Ha muerto, o simplemente está dormido
los sueños esparciendo por la arena
y un perro blasfemando en su ladrido,
 
completa lo macabro de la escena,
la piel despedazando y el vestido
de un alma que se va de tanto buena.

TADEO

2 comentarios:

antonio molina medina dijo...

Hermoso soneto. Mucha luz en tus palabras.

un saludo

antonio

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Gracias, Antonio por dejar tu huella en mis versos. Me alegra mucho que este soneto difícil te haya gustado. Un abrazo.
Tadeo