
LA NIÑA DE MIS OJOS
Endemoniada y hábil, la niña de mis ojos
me encadenó a su suerte y dicen todavía
que cortaba el aliento su palidez sombría,
que el pecado asomaba detrás de sus antojos.
Y dicen que a su paso un sin fin de despojos
daban fe de su magia, y aquel que la veía
amante la soñaba y en vano pretendía
al corazón zafarle candados y cerrojos.
Esa muchacha dulce de larga cabellera
asechaba en mi sangre como un tigre salvaje
bebió de mi pupila, durmió junto a mi hoguera,
me ató de pies y manos gritando: “al abordaje”.
“Un tonto en la colina la perdona y la espera”.
Si alguno se la encuentra, que le dé mi mensaje.
Endemoniada y hábil, la niña de mis ojos
me encadenó a su suerte y dicen todavía
que cortaba el aliento su palidez sombría,
que el pecado asomaba detrás de sus antojos.
Y dicen que a su paso un sin fin de despojos
daban fe de su magia, y aquel que la veía
amante la soñaba y en vano pretendía
al corazón zafarle candados y cerrojos.
Esa muchacha dulce de larga cabellera
asechaba en mi sangre como un tigre salvaje
bebió de mi pupila, durmió junto a mi hoguera,
me ató de pies y manos gritando: “al abordaje”.
“Un tonto en la colina la perdona y la espera”.
Si alguno se la encuentra, que le dé mi mensaje.
TADEO
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