MORDÍ SU ALIENTO
Mordí su aliento al despertar y ardía,
hoguera en mis pupilas instalada,
y la noche pasó sin decir nada
silente la mañana, el mediodía.
Tan en llamas su piel y tan vacía
en ganas de salir de mi mirada
que fuego se nos hizo la jornada,
incendios en ardiente compañía.
Destronada otra vez la monarquía
celeste, vi a la luna, acalorada,
tres veces renegar de aquella orgía.
Y entrando, luz en ristre, a mano armada,
los cuerpos apartó con sangre fría
y luego volvió triste a su morada.
TADEO
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