
EN TIERRA INERTE
La noche en alma y corazón tendría
al centro de su pecho la señora
que puso, de la muerte, anunciadora,
en tierra inerte la esperanza mía.
De los diez brazos de la muerte huía
y justo fui directo a donde mora
la diosa de la lágrima traidora
a hacerle con mi llanto compañía.
Monarca de la sangre en el espino,
hoy siento descender, equidistante,
la lluvia que convierte al agua en vino.
Mi tiempo se detuvo, y la punzante
espera ha atravesado mi semblante
como al amor lo atravesó el destino.
TADEO