EMBRIAGUEZ
Mi corazón flotaba sobre el vino
pero algo dulce en mi interior latía,
tinto, rosado, a mi embriaguez le urgía
un alto en la conciencia del camino.
No fue culpa de Dios, ni del destino,
la puerta que da al mundo no se abría,
y todo, hasta la luna, parecía
beber en conjunción con lo divino.
Como el mármol que duerme en las canteras
pesado se hizo el viento, y de repente
borracho fui a parar a las esferas
de un cuerpo lujurioso, transparente,
y aunque trato de echarlo de mi mente
se aferra a mi ilusión de mil maneras.
TADEO
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