ERMITAÑO
Siempre fui, por placer, un ermitaño,
ni en la cresta del sueño, en las visiones,
escapé a conquistar de otras naciones
el bien presente en el fragor de antaño.
Solitario, gruñón, tal vez huraño,
viviendo donde místicos halcones
se atreven a anidar con sus pichones
pues manso encuentran y de Dios lo extraño.
No existe una mujer de mi tamaño
dispuesta a contentarme, ni varones,
tan sólo de mi sombra me acompaño
discreta y con gemelas intenciones,
que cuida cuando duermo, mi rebaño
de unicornios, de grifos, de dragones.
TADEO
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